22 de noviembre de 2014 –

San Lorenzo

Salimos al mediodía confiados que eran solo 35 km, y era verdad, pero también que a esa hora el sol pega duro, “pica en pila” como decía el querido Sabalero (gran músico uruguayo).

Llegamos y luego de dos noches de carpa y dormida en bomberos, queríamos algo más cómodo, para descansar mejor y recuperar energías. Averiguamos en dos o tres lugares y estaban fuera de presupuesto, rondaban los 40 dólares.

Cuando ya nos quedaban pocas expectativas de encontrar alguno BBB (bueno, bonito y barato) vimos uno enorme, aunque algo venido abajo, nos daba la idea de esos hoteles de antes con mucho hormigón,  con restaurante y piscina como un agregado de valor.

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Probamos suerte.

En la entrada un aviso de lo que no se puede ingresar.

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Entramos, preguntamos y 35 dólares la habitación. Entonces comenzamos a conversar con la dueña, una señora mayor, de clase alta, con primo embajador en tiempos idos. Nos contó de sus viajes a Brasil y nos preguntó del “dialecto” que se habla allí. “Portugués” le dijimos y es un “idioma”. Comenzamos a ver ese menosprecio subliminal a lo otro, a lo “inferior” “exótico” según su punto de vista no explícito.

La cosa que Mariana le siguió la corriente de sus viajes y lugares que visito en Brasil y al final conseguimos una rebaja a 20 dólares y decidimos quedarnos.

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Al día siguiente hicimos una caminata por la zona del puerto “Bocas de Henecan” considerado el más importante de la zona del pacífico de Honduras. San Lorenzo está en la zona de los humedales del Golfo de Fonseca,  bosques densos de manglares ricos en diferentes especies, en especial el camarón, el cual tiene a Honduras como el principal productor y exportador de Centroamérica de este inocente crustáceo.

Según datos de la PNUD, el municipio se encuentra entre los de mayor vulnerabilidad ambiental frente al cambio climático y estima que para el 2050 la mayor parte de la ciudad quedará bajo agua.

Allí, unos jóvenes se bañaban, mientras una pareja hacía del tiempo juntos, pescando como excusa.

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Nos sentamos a mirar y a dejar pasar los minutos (que de todas formas pasan igual tengan o no nuestro consentimiento).

Eran cerca de las 16 horas. A nuestro lado nos acompañaba en la contemplación de la vida un señor y su cañita, que se encontraba dentro de una botella de plástico de 600 ml (la bebida espirituosa, no el señor).

Se arrima, seguramente con la experiencia que da los años del andar mirando ya se había dado cuenta que estábamos abierto a una charla.

Nos cuenta entre otras cosas que estuvo casado con una norteamericana, y que cuando ella quiso llevárselo al norte, su país (Honduras) y su “trago” pesaron más.

Tenía una bicicleta a su lado y le preguntamos de que era el canasto que llevaba.

Para respondernos nos hizo una introducción: “mi mujer me dijo: no me caso contigo por que seas lindo, sino porque sos inteligente”

A continuación nos mostró su invento, un canasto hecho de una tapa de un microondas. Dijo que varios ya lo pararon por la calle para encargarle uno igual.

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Nos despedimos y cuando recién habíamos caminado algunos pocos pasos aparece un muchacho ofreciéndonos unas tentadoras trufas de chocolate. Le comprarmos una, nos contó que era (y es) argentino de la Plata, y anda viajando hace años, que ya ha trabajado con malabares, artesanía, recitando poemas y cocinando para vender en la calle.

Al otro día fuimos al mercado central que nos habían dicho que era de los más modernos y limpios del país. Si estaba muy prolijo y ordenado, pero también algo frio y distante, como una mezcla de mercado y “mall” que a nosotros no nos termina de cerrar.

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Más de la ciudad

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También anduvimos hasta el final de la playa y nos quedó la sensación que como el hotel, tuvieron su auge unos cuantos años atrás, mucha infraestructura vacía, descuidada, resquebrajada.

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Ya la nochecita estaba llegando y era hora de retornar.

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En eso estábamos  cuando escucho que nos llaman. Miramos y era Martin, el argentino del día anterior.

Nos invita a pasar a la casa dónde estaba acampando y junto a él estaba su compañero mexicano, un hondureño y un nicaragüense. Allí, me invitan a una cerveza, la acepto con gusto. Luego me pregunta a mí que va tomar mi esposa. Mariana se sorprende y le dice que ella sabe hablar. Pero ellos comentan que es por respeto que me preguntan a mí por ella. La dejamos pasar, pero más que respeto un fiel reflejo de la cultura patriarcal que relega la mujer a objeto ya sea por el derecho que se siente para decirle cosas en la calle, como en esta oportunidad de sumisión al hombre. En ninguno de los casos se la ve como un sujeto con los mismos derechos que ellos.

Charlas vienen, cervezas van, los compadres que estaban uno al lado del otro nos contaron esta increíble historia de años atrás, de juventudes pasadas:  https://acercandomundos.com/amigos-enemigos/

Al rato, aparece otro parroquiano al ruedo con su estampa y guitarra, y se puso a tocar.

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Con ustedes el “Gavilán del Sur”.

Ya la noche había llegado, pasado y entrado. Era señal de irse. Ellos siguieron tomando y luego nos enteramos que se fueron manejando a sus casas que estaban a algunas horas de allí. En general notamos que no hay una condena social al hecho de no solo tomar algunas copas y manejar sino de manejar ya en estado avanzado de borrachera.

En nuestro último día, antes de irnos fui por la mañana a despedirme de esta gente.

Cuando llego a la puerta y veo venir a Martín quedé helado! Su cara era un conjunto de machucones, cortes, partes con sangre coagulada y en lugar de ojos tenía dos globos morados con una pequeña rendija horizontal que le permitía mirar con dificultades.

Nos contó que en la noche pasada salió a un baile, en eso intercambia algunas palabras con un tipo y cuando se dio cuenta habían varios increpándolo. Se fue del lugar pero esta gente lo persiguió hasta que lo alcanzó y le dio terrible paliza, con patadas en el piso y cintazos en la cara. Se despertó en el hospital sin saber quién lo había llevado generosamente.

A pesar de la muy mala experiencia, pudo haberle salido más caro.

Ya por salir, le preguntamos a la dueña por las dos guacamayas que tenía enjauladas en un rincón del hotel.

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Nos contestó que estaban bien porque les daba comida. “Los traje de chiquitos, hoy en día en USA  están constando unos 4.000 dólares” dice orgullosa. En fin, más que como seres vivos los tenía como objetos de distinción, que reafirman su identidad de clase al poder tener lo que otros no tienen, el tema que en este caso se trata de animales y no cuadros. Pero a sus objetivos es lo mismo, las cosas tienen valor por su precio según la mirada de los suyos.

Y salimos, algo indignados, un poco enojados, reflexionando entre pedaleos.

Nacaome

La fundación de la ciudad fue el producto, de la unión de dos tribus rivales: Los Cholulas y Chaparrastiques, quienes cansados de tantas sangrientas batallas que sostenían entre ellos, decidieron unirse y levantar sus viviendas. Al nuevo poblado, lo bautizaron con el nombre de NACA-OME que significa: “Unión de dos carnes”.

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Cuando llegamos nos recibieron adoquines que formaban el piso por donde pasábamos, y montañas que se levantaban rodeando y protegiendo la ciudad.

Como de costumbre fuimos buscando la plaza central (para tener espacio, tranquilidad, descanso y ver cómo seguir). Preguntamos cómo llegar, pero nos dijeron mal y terminamos en camino de ferias donde la gente paraba lo que estaba haciendo y nos quedaba mirando. Intuimos el error de camino y tratamos de salir de allí rápido. Nuevamente preguntamos y esta vez nos indicaron.

Ya en la plaza, nos sentamos cerca de una pareja con su hijo. Curiosos nos preguntan preguntas.

El hombre era de El Salvador, hacia un año que había regresado de vivir 10 años en Estados Unidos. En su ida (sin  papeles por supuesto) tuvo que caminar por 14 días por el desierto mexicano, 6 de ellos sin ninguna sombre.

Nos preguntaron si no nos insolábamos. Le contestamos que tenemos protector solar y también mangas.

Nos cuenta que su hijo chico, a veces, cuando pasa mucho rato al sol, este se le mete adentro produciéndole calores, fiebres. Para sacarlo, lo llevan a una señora curandera que con un huevo de gallina india (de quinta) le pasa por distintas partes del cuerpo. Luego el niño sale sin la calentura, fresquito.

Después de lo aprendido fuimos a buscar el cuartel de bomberos.

Como siempre nos recibieron muy amablemente, baño y comida de por medio y a descansar para el otro día seguir a la frontera con El Salvador.

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Nos llamó la atención que dos carros de los bomberos tenían la dirección en el lado derecho y con palabras en japonés. Preguntamos a los bomberos por qué y nos contaron que fue una donación del gobierno japonés al Estado y que al principio le contaba mucho acostumbrarse a manejar en el otro lado, pero ahora si les gustan ya que el camión es bastante moderno.

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Y así fue (como dice Juan Gabriel).

El calor fiel compañero no se despegó nuestro ni por un minuto. Ya iban dos horas de pedal cuando vimos una sombrita y una tiendita donde paramos a descansar y tomar un fresco. En eso andábamos cuando un señor se acerca a platicar. Dice que hace algunos años (en el xx) cuando sacaron al presidente Zelaya él estaba en la calle tratando de evitar que eso sucediera pero fue imposible. Luego nos pagó la cuenta y siguió su camino, nosotros el nuestro.

Llegando en El Amatillo (la frontera),  nos sentamos en una sombra para descansar antes de cruzar la línea, o en este caso el puente que separa Honduras y El Salvador

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De repente vimos 2 personas conocidas aproximándose de nosotros, era el argentino Martin y el mexicano Daniel que después de salir rápido de San Lorenzo estaban ahí esperando que llegara una remesa de dinero para poder seguir sus viajes.

Nosotros fuimos a comer algo y gastar los últimos lempiras (moneda hondureña) que teníamos.  Después de eso era hora de sellar el pasaporte de salida de Honduras, cambiar un poco de dinero y seguir, ahora rumbo a El Salvador, este chiquito país Centroamericano.

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