8 de marzo de 2015

Desde que salimos de Chincultik vimos que los “lagos de los siete colores”, también conocidos por “lagos de Montebello” eran bastante visitados en la región. Pasamos por muchos carteles de propaganda en la carretera.

Debido a la importancia y belleza del lugar, y con la finalidad de proteger la flora y fauna existentes, fue decretado en 1959 Parque Nacional, convirtiéndose así en el primero creado en el Estado de Chiapas.

Llegamos en la entrada del parque y buscamos en las placas dónde había un local para comer y que no fuera muy a trasmano. No teníamos mucho resto de energías. Decidimos ir hasta el Bosque Azul, dónde pasaríamos por algunas de las lagunas.

Andamos algunos kilómetros hasta encontrar un lugar lleno de puestitos de comidas, pero que habían solo algunas opciones abiertas. Probamos Chinculguajes de queso con flor de calabaza. La señora que cocinaba nos comentó que la flor se puede consumir tanto cocida como cruda, y que los mexicanos utilizan tanto sus tallos como sus flores en la cocina.

Todos hechos a mano y al momento por las señoras de la comunidad, los chinculguajes son una tortita de masa de maíz acompañada de palta (aguacate), frijoles y quesillo. Se prepara sobre un comal a leña. Para darle mas sabor, la agregamos una salsa molcajeteada (picante con tomate, cebolla, cilantro, etc).


Lo más sorprendente de este lugar es que cada lago tiene un color particular y diferente al otro. Hay aguas turquesas, violetas, verdes y diferentes tonalidades de azules. Los colores cambian tanto debido a las diferentes composiciones de los suelos, profundidades de las aguas, así como por los efectos de la refracción de la luz del sol. 

Pasando las Lagunas del Bosque Azul, Encantada, Ensueño y Esmeralda volvimos a la entrada del parque para seguir camino. Todo nuestro recorrido sería bordeando la línea recta que parece trazada a regla que divide (o une) el país con su vecino Guatemala. A ambos lados de la carretera, nos acompañarían por muchos kilómetros, unas murallas verdes de pinos.

La Laguna Montebello es la más visitada por los turistas, hay tienditas de souveniers y una estructura más grande. Subimos al mirador y la vista es hermosa, con lugares para descansar y contemplar el paisaje. También pasear en balsas de pino por el lago, programa “must to do” para los turistas.

Saliendo del lago, una dura constatación. La espectacular bajada que habíamos disfrutado al llegar, se había convertido en una subida matadora. No quedó otra que bajarse y empujar.

Unos kilómetros más adelante, entramos en una pequeña carretera que nos llevaba hasta el Lago Pojoj. Y una vez más, el color del agua nos sorprendió. También vimos que había llovido bastante. Parte de un restaurante que daba frente al lago, estaba inundado.


Ya eran a las 16h de la tarde y como de costumbre, todavía no sabíamos dónde íbamos dormir en la noche. Miramos en el mapa y vimos que en el último lago del Parque había un pueblo. Y hasta ahí nos dirigimos para buscar un alojamiento.

Caía la tarde cuando entramos a Tziscao, un pequeño pueblo que rodea la laguna. Al tiempo que nuestras piernas pedaleaban, nuestros ojos como ajenos, buscaban sin éxito, algún sitio para el reposo. En un momento varios caminos se entrecruzaron y ante la duda de cual tomar, seguimos el consejo de Maria Bethânia que dice en una de sus canciones: “Perto de muita água tudo é feliz” y continuamos por el sendero que llevaba a la laguna.

Con las lluvias de los últimos días, el lago Tziscao, que es el más profundo del parque con 45 metros de hondura, estaba crecido e inundo parte del lugar. Del agua surgían techos de cabañas y dos travesaños de una cancha de fútbol invisible. Niños y patos jugaban no ya sobre el verde del pasto, sino que se divertían en el medio del agua.

Por suerte encontramos una posada donde nos dejaron hacer camping en el jardín y usar el baño por un precio módico de 50 pesos. Las cabañas que no habían sido tragadas por el agua, eran alquiladas a 500.

Fue una de las noches del viaje en que más pasamos frío, y a pesar del cansancio, costó conciliar el sueño. Tuvimos que ponernos todas las ropas posibles que teníamos para conseguir dormir.

Temprano al otro día, una capa fina y blanca cubría las cosas. El próximo destino sería “Las Nubes”, siguiendo por la carretera 307.

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