Masaya
11 de octubre de 2014 –
A Masaya
Por doquiera donde vaya,
el recuerdo irá conmigo
del corazón de Masaya,
tal hidalgo y tan amigo.
Son retorno y despedida
juntos en este momento;
Mas de Masaya florida
el nombre en mi pensamiento
irá por toda la vida.
A esta región hechicera
no quiero decir adiós
que la vea antes que muera
que esté siempre en primavera
y que la bendiga Dios.
Rubén Darío, 7 de diciembre de 1907.
Luego de bajar del “ride” (carona) pedaleamos unos 20 minutos en bajada hasta llegar a Masaya, lugar dónde se encontraba Mauricio, el contacto que teníamos ahí.
Lo llamamos y combinamos lugar. Nos recibió muy amablemente y pasamos por la casa su tía, dónde comenzamos a conocernos, torta de maíz riquísima y fresco de papaya mediante, nos dieron la bienvenida.
Etimológicamente “Masaya”, antiguamente “Mazātlān” deriva del idioma de los nahuas (una variante del náhuatl o pipil) y proviene de la palabra mazātl que significa “venado” y la partícula –tlān que denota “sitio o lugar”. Es decir, “lugar de venados”.
Es conocida como “Ciudad de las flores” (bautizada así por Ruben Darío) y “Cuna del folklore nicaragüense”. Esto último se debe a que muchas de las expresiones culturales del país, la música de marimba, los bailes tradicionales, los hidalgos adagios castellanos con su legítima integración amerindia, sus preceptos sabios y alegres, su arte, su compleja y heterogénea tradición culinaria llevan en esta ciudad la estirpe de lo que es ser nicaragüense.
Después nos dirigimos a su casa, el con su hermano menor y un amigo corriendo, nosotros en bici, demoramos unos 20 minutos.
Allí nos recibió de corazón abierto su madre Clementina y el resto de su familia.
En Masaya exploramos el mercado de artesanías y luego fuimos al “malecón” (rambla) del lago Masaya que nos regaló un atardecer nostálgico, mientras unos “chavalos” (gurises) jugaban al béisbol en la calle (deporte número uno en Nicaragua).
Ya se estaba haciendo la noche cuando vimos un cartel de un espectáculo que iba ocurrir esa noche.
Fuimos hasta allí y presenciamos la presentación de la representante de Nicaragua al concurso de Miss mundo. Comenzamos a darnos cuenta de lo importante que es para la gente dicho acontecimiento y el orgullo que representa ocupar ese lugar.
A continuación, bailes tradicionales animaron la noche .
Por último, para terminar, aunque andábamos sin dinero para comer, una trova cubana nos alimentó el adentro.
Los siguientes días hicimos unas recorrida por los mercados, que son de los lugares que más nos gusta visitar.
Hay un mercado de artedanias turístico, ordenado, limpio, callado, caro. Allí solo paseamos.
El otro local, es de piso de tierra y barro, perros flacos y gente viva, niños corriendo y bolitas de yuca con miel, frutas, verduras, aromas y solidaridades.
Allí, conseguimos una “jícara” (una especie de calabaza que nace del árbol llamado jícaro) para ser utilizada como mate.
También probamos el famoso “vaho” de Vilma.
A Masaya se le llama cuna del folklore debido a sus muchas fiestas, bailes, leyendas, tradiciones que llegan hasta estos días. Sus fiestas principales son “El baile de negras”, “el torovenado” y la “fiesta de los Agüizotes”.
Ya en la casa, éramos tratados como familiares que estaban lejos y regresaban de visita. Nos sentíamos en casa.
Mauricio a pesar de sus ocupaciones, se hacía tiempo para salir con nosotros y llevarnos a un karaoke, recorrer algunos bares, indicarnos lugares, compartir intimidades. Un extraño es un amigo a ser descubierto una vez escuche, y se aplica muy bien en este caso.
En otro de los recorridos por la ciudad vimos:
Una noche, mientras cocinaba algo, veo que sale Mariana del cuarto dónde estaba acostada para ver que había pasado. En eso aparece el padrastro de Mauricio preguntando si habíamos sentido el temblor. Un terremoto! Dice que estaba mirando la tv y de repente se empezó a sacudir el sillón, en ese momento miró para atrás porque pensó que el hijo más chico la estaba moviendo pero no vio a nadie. Mariana cuenta que de repente la cama comenzó a balancearse, la luz del techo a oscilar, por lo que salió de allí de un salto sin entender que ocurría. Duro unos segundos, fue un terremoto de 7.3 en la escala de Richter y su epicentro fue en el golfo de Fonseca en Honduras, a 88km de profundidad y lo sentimos allí aproximadamente a 300km de distancia
También mantuvimos lindas conversaciones con los abuelos de Mauricio y con su madre Clementina.
Por cierto, Clementina sabe muchos dichos e historias de su antes.
“Cuando un güis canta es que viene visitas” dice que le decía su madre, y siempre alguien aparecía.
“Señales en el cielo, desastre en la tierra”
“El lugar donde cae un arcoíris, seca a los árboles”
Pero el que recuerda con más recuerdo (palabra que viene del latín re-cordis y significa volver a pasar por el corazón), era cuando estaba chica y vivía en el campo. Su padre la despertaba a las 4 y media de la madrugada y le dejaba al lado de la cama, encima de una humilde mesa de luz, una cucharita y una taza con pinol (xxx). Ella iba más dormida que despierta, más por instinto que conciencia, donde su padre ordeñaba la vaca, y ponía la taza debajo de una de las generosas ubres que le regalaban leche calentita, tierna y con amor de padre.
Algunas semanas después de nuestra ida, su padre, luego de varias batallas ganadas contra dolencias, operaciones y el paso de la vida, partió. Pero de alguna forma debe seguir allí, dónde siempre estuvo, en la memoria que de tanto en tanto deja los médanos blancos donde habita y circula por rutas interiores camino al cordis.
Luego de prometer no subir nunca más a un volcán, estábamos en camino a subir el Masaya, a 20 km de la capital Managua. Pero esta vez algo habíamos averiguado de la subida y no presentaba mayores dificultades, solamente una hora de caminata subiendo en carretera asfaltada ( o 10 minutos en carro) era el requisito para pasar a verlo y saludarlo.
El volcán Masaya o Popogatepe (que en chorotega significa “montaña que arde”) es uno de los 6 volcanes activos del país, emite continuamente grandes cantidades de gas de dióxido de azufre y mantiene una incandescencia en su interior.
El cráter Santiago tiene 570 m de ancho, y 400 m profundidad.
Antiguamente los nativos hacían ofrendas de vidas humanas para aplacar su ira. Era conocido por los españoles como la “Puerta al Infierno”.
En 1529, el fraile español Francisco de Bobadilla coloco una cruz a sus orillas para exorcizar al demonio.
Nicaragua se encuentra ubicada dentro del “Cinturón de Fuego”, en el margen de dos placas convergentes donde la placa Cocos se sumerge bajo la placa Caribe.
El resultado es un sistema complejo de subducción con una generación de volcanes y alto nivel de fallamiento. Este frente volcánico forma una cadena angosta con una distancia promedio entre los volcanes de 25 km.
Las placas tectónicas están siempre en contacto, tanto la continental con la marina. En esa zona de contacto al chocar ambas placas se libera energía y se producen los sismos o terremotos. Hay relación con los volcanes porque en esos movimientos tectónicos se producen también ascenso de lava, produciendo en algunos casos erupciones volcánicas.
Allí algo conversamos con un muchacho que se pasaba todo el día pegado al volcán esperando a los turistas que llegaban para ofrecerle vueltas a caballo por sus alrededores. Nosotros estuvimos algunos minutos allí y se hacía muy difícil respirar por la fuerte nube de azufre que emanaba constantemente de sus entrañas.
Le preguntamos como aguantaba y decía que ya estaba acostumbrado, que cada mes se hacía chequeos médicos y le limpiaban por medio de sondas.
A los pies del volcán, hay un interesante museo de vulcanología, y allí encontramos a dos guías David y xx muy simpáticos y entendidos, de estos temas quienes nos explicaron algunas cosas.
Deja un comentario