Juan y John en La Habana
A Susana y a Federico, que una noche en Tuxtla Gutiérrez, nos hablaron de él.
De piernas cruzadas nos esperaba John en su banco. Estábamos a punto de alcanzarlo cuando apareció Juan. En las manos arrugadas como pasas, traía el objeto.
Juan es un trabajador jubilado de noventa y siete años. Desde las seis de la mañana viste uniforme de seguridad. Custodia a su protegido en un turno de doce horas[1]. Decenas son los curiosos que a diario llegan al Parque Lennon; la mayoría para fotografiarse con John, otros, para conocer a Juan.
La estatua de tamaño natural: Dicen que soy un soñador, pero no soy el único, es obra del escultor cubano José Villa. Fue inaugurada por Silvio Rodríguez y Fidel Castro, al cumplirse veinte años de los cinco disparos que hirieron al mundo.
Los Beatles estaban prohibidos en la isla cuando amanecía la década del sesenta, pero luego del activismo social de Lennon contra la intervención de Estados Unidos en Vietnam, el propio Fidel lo llamó revolucionario, levantó la veda y ordenó hacer la estatua en su homenaje.
Gerardo Alfonso, otro artista local, le dedicó una canción: En un lugar de La Habana hay un Beatle que está / cuidado por el vecindario / desafiando el calendario / (…) si una vez fue muerto de un tiro / hoy está vivo en bronce fundido.
En la obra original, los clásicos lentes circulares eran de bronce y estaban soldados a John. Cada vez que desaparecían, salían a encargar un par nuevo, pero antes de que Lennon pudiera enfocar a sus fans, se los volvían a robar. Una y otra vez se repitió la operación. Entonces, las autoridades cambiaron la estrategia: lentes de verdad y vigilancia personal las veinticuatro horas.
Cada vez que se presenta un turista, Juan surge detrás de los arbustos y camina hacia John. Antes de que el viajero se acomode en el espacio vacío del banco, coloca los lentes en el caballete nasal de su amigo.
Lennon se muestra siempre con la misma disposición a ser fotografiado y a cambio, algunos le dejan flores, otros le tocan las manos, hay quienes le regalan canciones y los más audaces besan su mejilla de metal. Mientras tanto, Juan espera que se tomen el retrato, que le entreguen la ofrenda, que se cumpla la cita. Luego retira los lentes, los coloca en el bolsillo de su camisa, muy cerca del corazón, y vuelve a su guarida.
Un muchacho ―sentando bajo la sombra de un roble― nos contó: «ese mecanismo se activa si el visitante es extranjero, ya que al irse acostumbra a deslizar algún billete. Los cubanos tenemos que contentarnos con un John algo miope».
La Habana, Cuba, mayo de 2015.
[1] El documental Suite Habana (2003) de Fernando Pérez Valdez, muestra un cambio de turno bajo lluvia torrencial.
agosto 30, 2015 at 10:27 am
En 2001, que visite a mi Jhon en su parque de El Vedado, usaba los lentes de metal y yo estaba tan ida hablandole y abrazandolo, que no me habia fijado en el señor, que de frente, pero discreto…chequeaba que no me llevara “el recuerdito”…a mi no se me hubiese ocurrido. Cómo dejar ciego a mi Jhon. Imagine!!!!
septiembre 4, 2015 at 6:44 pm
Que buena historia también, Bea! Es verdad que ese hombre es una leyenda viva de Cuba..y que por suerte tuvimos na suerte de conocelo y admirar su trabajo y dedicación! besote