“Volvía a casa en un tranvía una tarde de agosto desde el campo en el que enseñaba durante algunas vacaciones de verano cuando estudiaba. Hombres blancos y negros que habían estado trabajando al sol subieron al tranvía. Estaban sucios y sudorosos. Una mujer blanca que estaba a mi lado se quejó del olor de los negros; efectivamente, olían. Me pregunté qué pasaba con los trabajadores blancos, y me acerqué a ellos; también olían. El traje azul de algodón que yo llevaba estaba húmedo de sudor a causa del duro día que había tenido. Entonces me di cuenta de que… ¡yo también olía!. Fue un descubrimiento”

“Para raros, nosotros”

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