Llegamos al mediodía al parque y allí estaba, con la mirada serena y las piernas cruzadas, apaciblemente reposado en su banco, como esperándonos. Nos fuimos aproximando, y cuando ya casi estábamos llegando a su lado, vimos venir en nuestra dirección al señor mayor, tal cual nos habían contado que sucedería Susana y Federico, una pareja de amigos mexicana una noche en Tuxtla Gutiérrez. A medida que se acercaba, pude apreciar que entre sus manos, arrugadas como pasas y finas como ramitas de un viejo árbol, traía el icónico objeto. Cuando se encontró al fin delante de nosotros, saludó con cordialidad y enseguida procedió a cumplir con su trabajo.

       Juan González es un trabajador agrario jubilado de noventa y siete años. Desde las seis de la mañana está con su uniforme de seguridad, custodiando a su protegido en un turno de doce horas. Decenas son los curiosos que diariamente llegan al parque Lennon, situado en el barrio residencial de Vedado (calles 15 y 17, entre la 6 y la 8). La mayoría, para fotografiarse con John, algunos otros, para conocer a Juan.

       La estatua de tamaño natural, titulada “Dicen que soy un soñador, pero no soy el único”, es obra del escultor cubano José Villa. Fue inaugurada en el 8 de diciembre de 2000 por el cantautor Silvio Rodríguez y por el propio Fidel Castro, cuando se cumplían veinte años de los cinco disparos de Mark David Chapman que sacudieron al mundo. La música de los Beatles estaba prohibida en la isla a inicios de la década del sesenta, pero luego del activismo social de Lennon contra la intervención de Estados Unidos en Vietnam, el propio Fidel lo llamó revolucionario.

       Gerardo Alfonso, otro artista de la isla, tocado por esa obra maestra, le dedicó una canción que dice: “En un lugar de La Habana hay un Beatle que está / cuidado por el vecindario / desafiando el calendario / (…) si una vez fue muerto de un tiro / hoy está vivo en bronce fundido”.

       En la obra original, la réplica de los clásicos espejuelos[1] circulares estaba tímidamente soldados y eran víctimas de robos constantemente, por lo que tuvieron que cambiar la estrategia y contratarle al músico vigilancia personal 24 horas. Ahora, el Lennon de bronce que descansa en un banco de bronce, usa lentes de verdad.

       Cada vez que se acerca un turista, Juan sale detrás de los arbustos y se dirige a colocarle los lentes a John, siempre dispuesto a tomarse una foto con todo aquel que quiera posar a su lado. Algunos le dejan flores, otros le tocan las manos, le regalan canciones o le besan su mejilla de metal para luego acomodarse a su lado en el espacio vacío del banco. Mientras tanto, Juan espera con paciencia que se tomen su retrato, que le entreguen la ofrenda, que se termine la charla, que se cumpla el encuentro. Cuando el forastero se va, retira las gafas con delicadeza, las guarda celosamente en el bolsillo de su camisa (donde pasan la mayor parte del tiempo) y vuelve a su guarida.

        Un muchacho que estaba por allí nos contó que esta rutina se hacía solo cuando el visitante es extranjero, ya que suele dejar alguna propina. Los cubanos tienen que contentarse con un John algo miope.

       En La Habana, para ver un mundo libre y en paz, John no necesita a Yoko; es Juan quien se lo hace posible.

[1] Así le dicen en la Habana a los lentes, anteojos o gafas.

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foto: http://www.thebeatles.com.br/

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